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Óscar Medrano, el retratista de la época más terrorífica de Perú
Reproducción, cedida este 26 de noviembre de 2015, de una de las fotos del fotógrafo peruano Oscar Medrano de los presuntos subversivos trasladados desde Ayacucho tras el ataque al Penal de Huamanga en marzo de 1982, un mes después a la reabierta Isla Penal de El Frontón en Lima.
Óscar Medrano, el retratista de la época más terrorífica de Perú Reproducción, cedida este 26 de noviembre de 2015, de una de las fotos del fotógrafo peruano Oscar Medrano de los presuntos subversivos trasladados desde Ayacucho tras el ataque al Penal de Huamanga en marzo de 1982, un mes después a la reabierta Isla Penal de El Frontón en Lima.

Óscar Medrano, el retratista de la época más terrorífica de Perú.

Lima, 26 nov (EFE).- El fotógrafo peruano Óscar Medrano, cuya cámara retrató la crueldad y el horror vivido en Perú durante la guerra entre el Estado y Sendero Luminoso, reúne sus fotografías más emblemáticas en su primer libro «¡Nunca más – Never Again!».
Prologado por el nobel de literatura Mario Vargas Llosa y publicado esta semana en español e inglés por el Fondo Editorial del Congreso de Perú, el libro recopila en 324 páginas la mirada de un fotógrafo que supo plasmar con humanidad la muerte, destrucción y desolación sufrida por los peruanos entre 1980 y 2002.
Nacido en 1946 en el distrito de Acos Vinchos, en la región andina de Ayacucho, en el sureste del país, Medrano jamás imaginó convertirse en fotógrafo, confesó a Efe tras presentar el libro.
El ganador del premio mundial de fotografía de la United Press International (UPI) en 1974 contó que su relación con la fotografía fue en un inicio tan lejana que hasta los 16 años «nadie en su pueblo le había tomado siquiera una foto».
Tenía 24 años cuando documentó una de las catástrofes más desgarradoras de Perú: la tragedia de Yungay, la ciudad andina que fue sepultada en 1970 por un alud tras un terremoto de 7,9 grados de magnitud en la escala de Richter, que dejó 70.000 muertos.
«Como no había carreteras hasta la zona del desastre y las personas tenían miedo de llevarme hasta allí, hice el viaje a pie desde la costa, pasando por la Cordillera Negra», recordó Medrano.
Cuando empezó a trabajar en el semanario Caretas, Medrano continuó sus caminatas, que le llevaron a Ayacucho, su lugar de origen, para retratar el horror del conflicto interno, que acabó con la vida de más de 69.000 personas desde 1980 al 2000, según el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (CVR).
Entre las fotografías más icónicas que Medrano tomó se encuentra el retrato en blanco y negro de Edmundo Camana, el campesino que sobrevivió a la masacre perpetrada en 1983 por Sendero Luminoso en el pueblo andino de Lucanamarca, donde asesinaron a 69 personas.
La mirada del campesino, que fue herido con un machete en el cráneo y rostro, se convirtió en uno de los símbolos de la CVR, además de pasar a formar parte de una muestra fotográfica permanente en Lima denominada «Yuyanapaq» (Para recordar, en quechua).
Otras instantáneas que Medrano capturó para la memoria de los peruanos fueron el traslado de presuntos subversivos de Ayacucho a la isla penal de El Frontón en Lima, el velorio de las víctimas de la matanza del valle de Tsiriari, en la región de Junín, y los estragos de un coche bomba colocado en una calle de Lima.
Su capacidad para obtener imágenes en medio de la desgracia y el dolor fue gracias a «su calma, sencillez y el dulce quechua con el que les hablaba muchas veces a los campesinos», contó su compañero de trabajo, el periodista peruano Gustavo Gorriti, durante la presentación del libro.
El fotógrafo peruano, que continúa en Caretas, sumó recientemente nuevas escenas y recuerdos al conjunto de fotografías que tomó en la época de la guerra interna.
«Volví a Lucanamarca y fotografié la sonrisa de los niños, que es la alegría del mundo cuando no suceden cosas como el terrorismo» dijo Medrano.
Otra satisfacción que lo acompaña es la que sintió cuando los niños de la localidad ayacuchana de Huaychao conocieron en sus fotografías a los tíos, abuelos y autoridades del pueblo que desaparecieron a causa de la violencia.
«Mi expectativa (con el libro) es que esto sea un recuerdo para que nunca más se vuelva a repetir la barbarie que destruyó la vida de tantas personas inocentes», concluyó.

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