Santiago de Chile, 28 abr (EFE).- Un equipo de investigadores chilenos trabaja en el desarrollo de una «vacuna de información», destinada a prevenir el contagio y la dispersión de enfermedades infecciosas mediante la entrega de información fidedigna, a tiempo y de manera apropiada, informaron a Efe los responsables del proyecto.
El proyecto considera la forma en que la información se propaga en la sociedad y propone fórmulas para que la verdad se difunda de manera óptima y le gane a los rumores y las noticias falsas.
Los investigadores esperan obtener efectos comparables a las vacunas convencionales y que pueda tener especial efectividad en el combate contra enfermedades pandémicas.
La base de esta iniciativa, en la que trabaja el Instituto Milenio Centro Interdisciplinario de Neurociencia de la Universidad de Valparaíso (CINV) y la Fundación Ciencia & Vida (FCV), es una herramienta computacional que permite estudiar la distribución de información en la sociedad.
Mediante modelos computacionales que recrean la última epidemia de Ébola en África (2014-2015) el equipo publicó recientemente un artículo en el que propone que una vacuna de información podría evitar la dispersión de esa enfermedad, cuya mortalidad fluctúa entre un 25 y 90 % de la población infectada.
Esa realidad llevó a los investigadores a plantearse preguntas tales como, «¿cuáles son las variables que hacen que esta enfermedad tenga tasas de mortalidad tan dispersas? ¿Tendrá que ver con la fisiología o biología de las personas? ¿O con una variable externa?».
Sobre esa base, analizaron la posibilidad de que, al aumentar la información que las personas poseen sobre la enfermedad y sus formas de contagio, sea posible controlar su propagación. De ahí surgió el concepto de «vacuna de información.
Para que sea exitosa, la vacuna de información debe cubrir la misma escala que la vacunación convencional, subrayó Tomás Pérez-Acle, doctor en Biotecnología y director del proyecto.
«Si cada persona infectada infecta a otras dos, y así sucesivamente, nos damos cuenta que el número de infectados a lo largo del tiempo crece de forma exponencial, y para combatir las enfermedades que crecen de esa forma, lo primero es determinar a cuántas personas en promedio va a contagiar cada infectado», precisó.
«Esto lo hacemos aplicando modelos matemáticos y computacionales. Una vez que determinamos el número básico reproductivo de la enfermedad, podemos calcular a cuantas personas tenemos que vacunar con la información correcta», sentenció.
En principio el proyecto se proponía trabajar sobre alguna enfermedad existente en Chile, pero la comunidad científica internacional, de la que dependen las publicaciones que otorgan validez y viabilidad a iniciativas de este tipo, no manifestó interés, por lo que el equipo resolvió trabajar con el ébola, que sí atrajo la atención que requerían.
«Es una enfermedad que cambia el comportamiento de la población de manera dramática, porque los síntomas del contagio son muy fuertes, los afectados tienen síntomas hemorrágicos, todas sus membranas y mucosas sangran, lo que crea una situación de pánico generalizado», señaló Tomás Pérez-Acle.
Ese pánico, precisó, se alimenta de los rumores y de la desinformación creando flujos de noticias falsas que retroalimentan a la población.
En ese contexto, determinaron que en relación al ébola se dan conductas que pueden ser modificadas a través de flujos de información como los que proponen.
En África, los fallecidos son velados en sus casas, y las familias «no sólo los velan en un ataúd, sino también los tocan, besan, acarician», lo que favorece la dispersión de la enfermedad, y que según Perez-Acle también se da en Latinoamérica.
El modelo de intervención apunta a esas situaciones. «En los mensajes entregados a la población les podemos decir: ‘Por favor, cuando sus parientes mueran de esta enfermedad, entiérrelos inmediatamente. Cremen su cuerpo. No los toquen, pues de otra manera tendremos una nueva fuente de contagio'», dijo Pérez-Acle.
A su juicio, es indispensable además la confianza que debe tener la gente en la autoridad que envía el mensaje.
«No es solo enviar información, sino asegurarse que la tasa de aceptación del mensaje sea lo suficientemente alta para que la gente adopte las medidas preventivas sugeridas», concluyó el investigador.
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